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viernes, 18 de noviembre de 2016

CODESO, MOTAÑA (VALSEQUILLO Y V. DE SAN MATEO)

Topónimo que localizamos en un lugar equidistante entre Tenteniguada, a su naciente, y Cueva Grande, a su poniente, adoptado por una de las elevaciones del territorio que alcanza en su vértice alcanzando los 1.545,8 msnm. de altitud, que señala el deslinde jurisdiccional entre los municipios de Valsequillo y la Vega de San Mateo.
 
Vista de la montaña (caminosdecanarias.blogspot-com)

De fácil identificación por ser su sustrato de picón volcánico rojizo o crema, por lo que figuraba en la Cartoteca hasta 1977 con la denominación de Montaña de las Arenas, topónimo que tan sólo se mantiene para la Degollada de las Arenas situada en su vertiente sur. 

No conocemos si tal cambio en el topónimo se debió a la abundante presencia de codeso de monte (Adenocarpus foliolosus) en esta montaña, endemismo que no es de reciente presencia, muy al contrario, de muchos siglos pues es sabido que el codesal comparte su hábitat natural con los pinares en todas las islas, y así ya había sido acreditado por Webb y Berthelot en 1842, hábitat también reconocido siglos atrás en los repartimientos, como lo fue en el solicitado por Gonçalo de Quintana el 19 de diciembre de 1543, cuando dice «y el espygon arriba asta los codeço del Pynal. » (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 158).
 
Cartoteca 1962 (IDE Gran Canaria)
Pudiera ser que el cambio de topónimo se debiera a esa tendencia academicista para enmendar de alguna manera el término de ‘arenas’ para denominar  al lapilli o pequeñas piedras de materiales piroclásticos (de ‘piro’ = fundido, quemado, etc. y ‘clastos’ = fragmentado)  expulsados por el volcán durante las consideradas recientes erupciones volcánicas en la isla (posteriores al Pleistoceno medio), conocidas en los últimos siglos como ‘picón’, y ello para no confundir con las cenizas y arenas volcánicas, elementos muy finos, inferiores a 2 mm. de diámetro, poco abundantes en las erupciones canarias.
 
Cartoteca 1977 (IDE Gran Canaria)
Desde esta hipótesis, pudo considerarse oportuno inventariarla como Montaña Codeso por ser la especie dominante del escobonal-codesal, y sin que ello advere de su existencia masiva. Aun así, muchos lugareños y senderistas, e incluso estudios técnicos oficiales, siguen conociéndola como Montaña de las Arenas, encontrándose dentro de la delimitación protegida del Paisaje de la Cumbre.

Hasta muy avanzado el siglo XIX, cuando desde Las Palmas se quería llegar a las Tirajanas, se realizaba un trayecto en coches de tracción animal por el camino Real hasta San Mateo, y a partir de aquí se iniciaba el trayecto caballar o mular por el sendero que discurría por el Lomo de las Pitas, la actual carretera San Mateo-Telde (GC-041) y se continuaba hacia Cueva Grande, Los Manantiales, Montaña de las Arenas para enlazar con el camino Real que viene de la Cruz de Saucillo para atravesando la Cumbre, llegar por el Paso de La Plata a la Degollada de la Cruz Grande.
 
Degollada de las Arenas (caminosdecanarias.blogspot-com)
En la actualidad los senderistas atajan utilizando la carretera de Acceso a La Lechucilla (GC-414) y continuar por viejos caminos de pastores junto al cauce del Barranco de la Lechucilla y así llegar a la montaña, en un entorno de abundancia de retamas, codesos y escobones, que constituyen el paisaje de la ganadería tradicional de pastoreo y viejos corrales.

De esta ruta que fue realizada a finales del siglo XIX por Agustín Millares Torres, acompañado de su hijo Agustín Millares Cubas, nos dejó una semblanza escrita del territorio y los usos encontrados en su entorno.

Panorámica desde la Cañada de Siete Fuentes de Roque de La Retama y Montaña Codeso (Mario Rodríguez B.)
« A nuestra izquierda el Saucillo alzaba orgulloso sus 1830 metros sobre el nivel del mar, como la aguja de una colosal pirámide cuya base fuera el basáltico asiento de la isla. Despues de un alto de diez minutos, empleado en beber una agua helada y cristalina, y deleitarnos con tan variado panorama, abandonamos el caserío de Cuevas-Grandes, y despidiéndonos de los castaños y nogales para encontrar tan sólo desde allí helechos y retamas, dimos principio á la ascension de la montaña de las Arenas, donde tiene su nacimiento el Giniguada, montaña compuesta de una aglomeracion de volcánicos despojos, y cruzada de infinitas sendas, que tan pronto se dibujan como se borran sobre su inmovedizo suelo.

Detalle del sustrato (caminosdecanarias.blogspot-com)
En una de las mil revueltas que dá el camino para hacer menos penoso su declive, nos cruzarnos con los carboneros y sus bestias, raquíticos asnos alimentados con los cardos que encuentran al paso, habiendo advertido, que al vernos aquellos fieros enemigos del pinar, (hablo de los carboneros, no de los burros) procuraban ocultar la cara, si cara puede llamarse una negra figura, mezcla de tierra y carbon, creyendo tal vez que fuéramos a delatar su fraudulenta mercancía.

Estos carboneros, y otros que no lo son, constituyen hoy la filoxera del pinar, terrible plaga que concluirá por dejarnos sin un árbol de tan rara especie. Despues que la récua se alejó, prosiguió nuestra cabalgata prolongándose á la fila indiana por la senda en espiral de la montañeta, avanzando las pobres bestias casi en linea vertical, mientras nosotros buscábamos un nuevo punto de apoyo en las guedejas de sus inclinados cuellos.

La otra variante del sustrato (caminosdecanarias.blogspot-com)
Cada cuarto de hora preguntaba yo, participando del cansancio de mi yegua, si estábamos cerca de la meseta central; á lo que contestaba mi arriero invariablemente: ¡Aquí encimita, señor! » (MILLARES TORRES, 1882, p. 298).

Nos deleita el historiador con el relato de su viaje y de su pensamiento conservacionista ya en aquellos tiempos, identificando a los carboneros como “fieros enemigos del pinar” por la práctica ilegal de la quema ilegal; también nos dice del sustrato volcánico de la Montaña y de los pequeños senderos debidos al tránsito de las ovejas.
 
Codeso (atlasruraldegrancanaria.com)
El codeso (Adenocarpus foliolosus) «es un endemismo canario del cual se diferencian dos variedades: variedad foliolosus, en todas las islas citadas y la variedad villosus Webb et Berth en Gran Canaria y La Palma. Se diferencia de las otras especies del género porque las flores poseen un cáliz sin glándulas y el pétalo estandarte es seríceo. Los foliolos son lanceolados u obovados, con un corto peciolo de 1-3 mm, y las legumbres son escasamente glandulares. Se conoce como "codeso de monte"» (floradecanarias.com).

La flor "mariposada" de Viera y Clavijo
(floradecanarias-com)
El Jardín Botánico Viera y Clavijo recoge que la «Descripción se diferencia de la variedad tipo en que las hojuelas son estrechas y villosísimas por todos lados. Folíolos involutos, villosos. Fruto liso. (DO). Remite sus datos a la primera publicación de Webb y Berthelot, p. 33, [20 enero 1842-antes 10 octubre 1850] [livr.62]». 

Nos describe nuestro más ilustre investigador de siglos atrás con singular belleza poética sus percepciones del codeso:

«Estas ramas están todas vestidas espesamente de hojas muy menuditas, que van alternando de tres en tres, y tienen la figura de hierro de lanza, un poco doblada de alto abajo, de color de un verde oscuro velloso. Las flores amarillas, mariposadas, se presentan en el remate de las varas, formando vistosos ramilletes, y consta cada una de un cáliz de los labios velludos, el superior de dos dientes, y el inferior de tres; una corola de cuatro pétalos, de los cuales el llamado estandarte, es oval, erguido y plegado por los lados; las dos alas obtusas, y la barqueta con punta levantada, donde se hallan diez estambres reunidos; y un ovario peloso, cuyo fruto es una vaina comprimida, llena de las simientes. Florece en mayo» (VIERA Y CLAVIJO, 1866, Tomo I, p. 218).

Las referencias de la localización histórica de la variedad son las siguientes:
  
Localización histórica (Jardín Botánico Viera y Clavijo)
Ortofoto de Montaña Codeso (Google Earth)
Relacionando al codeso con la información oral sobre el aprovechamiento que del mismo se hacía, en el entorno geográfico insular, tenemos documentada la siguiente que nos aportan de distintos lugares de la isla muchos datos de interés etnográfico (GIL GONZÁLEZ, 2011, p. 227):

«[…] se plantaban muchas orillas de escobones, escobesos, pa’ las vacas - las ramas - y las cabras…» (San Mateo-1);

«[…] los escobesos también pa’ las vacas, pa’ las vacas, pa’ las ovejas no […] se cogen ahora a principios de invierno, cuando ellos revientan es cuando ellos se cogen…» (Caideros-4);

«[…] hay otra clase de rama que es rama escobeso, ésa es pa’ vacas…»  (Bascamao-3);

Codeso y pinar (atlasruraldegrancanaria-com)
«[...] pa’ las vacas sí es una rama muy buena» (Fontanales-2);

«Los escobones no [los plantabamos], pero los escobesos sí, era comía... buena comía pa’ las vacas...»  (Fontanales-3);

«Sí, eso también salía en la tierra, pero también se arranca y se planta en otro sitio… el cobeso  también es buena comía pa’ las vacas. Bueno, y las uvejas también se lo comía y las cabras» (Valsendero-1);

«Sí se plantaron, escobesos...» (Teror-1);

«Mi padre plantaba escobones, escobesos, le gustaba mucho [...] los traía chicos de arriba y los plantaba aquí... pa’ tenerlo ahí en un ribanzo [ribazo] [...] La rama escobeso es lo mejor que hay pa’ los animales, pa’ vacas y pa’ too» (La Umbría-1). 

También tenías otras utilidades para la cestería, y así se recoge en nuestra recurrida Historia Natural «Sus varas son excelentes para canastillas y cestos (VIERA Y CLAVIJO, 1866, Tomo I, p. 218). Nos concreta este aprovechamiento debido a su fortaleza y resistencia un autor mucho más moderno (MORENO MEDINA, 1997, p. 148):

Detalle del sustrato volcánico de Montaña Codeso (caminosdecanarias.blogspot-com)
«Cestón: gran cesta que se hacía con varas de mimbres o madera de codeso, de figura cuadrangular, de constitución muy fuerte, y que si destinaba a contener tierras y cascajo para ser arrastrado por yuntas sobre una corsa.
 
Serones: eran de dos clases: unos de palma, destinados a llevar frutos, tierra, abonos, etcétera, sobre caballerías; otros de palo, que se fabricaban con tablillas delgadas de madera de codeso, a la manera de una cesta. Eran muy fuertes y de larga duración. Se utilizaban para transportar sobre una bestia frutos de todas clases y objetos frágiles». 
 
Localización (IDE Gran Canaria)

viernes, 9 de septiembre de 2016

LUIS VERDE (VALSEQUILLO)

En la actualidad es conocido como Luis Verde el asentamiento poblacional nacido a partir de la segunda mitad del pasado siglo XX en ambas márgenes de la Carretera Telde-Valsequillo (GC-041), en el tramo comprendido entre el acceso a La Cantera, antiguo camino Real de Luis Verde, el acceso a Las Casas, recibiendo también la carretera el homónimo titular.
 
Panorámica (Ayuntamiento de Valsequillo)
Se tienen referencias históricas que el antiguo lugar reconocido por el nombre de su primigenio propietario Luis Verde, ocupaba las tierras al poniente del Barranco de Rosiana que discurre junto a Las Casas, y se extendía del lugar de Las Escubinas hasta los escarpes del Barranco de San Miguel, incluyendo el lugar conocido como Finca de la Cruz, tierras que a principios del siglo XX quedaron divididas por la construcción de la actual carretera que sustituía en partes el antiguo Camino Viejo, y las nuevas construcciones surgidas a partir del crecimiento poblacional de los años setenta del pasado siglo.

En 1860 cuando Valsequillo tenía 2.212 habitantes, el lugar de Luis Verde contaba con 4 habitantes, siendo parte de lo que era conocido como Llanos de Valsequillo donde de cada cien fanegas, en sesenta se cultivaba cebada, en treinta y ocho trigo, y sólo dos destinadas al millo. Hemos de tener en cuenta que Valsequillo en aquellos tiempos concentraba su actividad ganadera en la lanar que alcanzaba la 2.450 cabezas, que pastaban desplazándose por su jurisdicción respetando las tierras de cultivo (SÚAREZ MARTEL, 1996, p. 36).
 
Cartoteca de 1960 (IDE Gran Canaria)
En 1865 adquiría la condición de camino Real de Segundo Orden el camino conocido como de De Luis Verde, que partiendo desde aquí «Pasa por Perulete, Cantera y Valle de San Roque en cuya ermita enlaza con el que sale de la Carretera de la Ciudad» (BOC 03-mar-1865).

Todas las tesis históricas relacionan el antrotopónimo Luis Verde con un testigo mencionado en los repartimientos de tierras y aguas realizados al inicio de la segunda mitad del siglo XVI, en concreto cuando se pregonaba por segunda vez la solicitud de data de tierras solicitadas por Pedro Dopaso en el Barranco de Silva:

«En lunes dia de la Transfiguracçion de Nuestro Señor e Redentor Ihesu Christo seis días del mes de Agosto de mil e quinientos e çinquenta e quatro estando a la puerta de la iglesia de señor Sant Juan desta çibdad de Telde fue pregonada esta petiçion desde otra parte contenida al tiempo que salian de la misa mayor estando mucha gente presente por boz de Jorge Afonso pregonero desta çibdad e no ovo contradiçion. Testigos Pedro Lorenço e Luys Verde Coronado e Luys de Adae e otros muchos vecinos desta isla. Alonso de Medina escribano de sus majestades» (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 578).
 
Cartoteca de 1970 (IDE Gran Canaria)
Poca luz se tiene de la identidad de Luys Verde Coronado, dado que hasta la fecha no se tiene documentada información que aporte sus vínculos de sangre. Si consideráramos la remota posibilidad de que sus apellidos correspondan a sus ancestros, reglas que siempre están puestas en duda por las antiguas costumbres de la libre elección de los mismos, al tratarse de dos apellidos singulares y de escasa presencia, podríamos apuntar a descendientes y parientes de Maciot de Bethencourt, poseedor cierto del Señorío de las dominadas islas de Lanzarote, Fuerteventura y el Hierro, y posiblemente La Gomera (ROSA OLIVERA, 1956, p. 111) por el conquistador normando Juan de Béthencourt (Jean IV) quien ya había regresado a Francia tras la fundación de Betancuria.

Y tomamos como origen a Maciot de Bethencourt, por las dudas que se mantienen sobre el grado de parentesco con el conquistador normando, pues por la historia documentada, la endogamia practicada, los muchos homónimos de mujeres y hombres y los desmentidos expedientes de pureza de sangre que se dan en los ancestros, más aun cuando unos se establecieron en Canarias y otros en Madeira y América, no parece haber una total coincidencia entre los investigadores. Sí parece acreditado que el conquistador por ser su deudo, le encargó el gobierno de Canarias a Maciot de Bethencourt y así organizó este último junto con Gadifer de la Salle la expedición a Canarias en 1402, sosteniendo algunas fuentes que es hijo de Jean d'Argies, señor de Béthencourt sur Somme, y de Marie de Braquemont, sobrina del famoso almirante Rubin de Braquemon.

Dado que nuestra pretensión es alcanzar alguna aproximación al personaje que nos ocupa en este topónimo por su apellido Verde, es oportuno incluir el supuesto árbol de los “Floridas”, término que nuestra fuente entiende que «"Floridas” que se daba, según nos informa el doctor Cioranescu, en la Francia medieval a hijos naturales» (IBÍDEM, p. 118), pues ya aparece en este árbol genealógico y reaparecerá en las descendencias por los matrimonio endogámicos que se dieron (Árbol 1).
 
"Floridas" (ROSA OLIVERA, 1956)
La hija legítima de Maciot de Bethencourt fue Maria de Bethencourt, casada con Rui Gonçalvez de Cámara, desconociéndose el nombre de su madre. Pero aquí nos importa la descendencia tenida con su amante, la aborigen conocida por Teguise, hija del último rey de Lanzarote Luis Guadarfia. Antes de seguir avanzando, ya tenemos una primera pista en cuanto al nombre propio Luis que coincide con el de nuestro topónimo, en el hábito tradicional de tomar los nombres de sus antepasados.

Maciót de Bethencourt con Teguise tuvo una única hija bautizada Inés Margarita de Bethencourt, quien se casó con Arriete (Enrique) Perdomo, que dejaron nuevo hijos, de los cuales nos llama inicialmente la atención su octava hija Margarita de Bethencourt o de Perdomo casada con Juan Pérez de Munguía. Tuvieron cinco hijos, y entre ellos a Maria de Bethencourt que se casó con Juan Verde de Sanabria, hijo de Sebastián Rodríguez de Sanabria y Bárbola Verde. Nos encontramos aquí con otra línea del apellido Verde, además del ya visto en el árbol de los “Floridas”, que no erraríamos si los consideráramos deudos entre ellos.

Pero reparamos en esta por la notoriedad y estancia en la isla del nombrado Juan Verde de Sanabria:

«Pasó a la conquista de la Gran Canaria siendo designado pregonero del Real de Las Palmas, donde se había avecindado. Criado de Pedro de Vera, después de 1490 volvió a vivir en Lanzarote» (LADERO QUESADA, 1966, p. 471).

Los hijos habidos en este último matrimonio y sus matrimonios lo vemos en el siguiente (Árbol 2):
 
Descendencia del pregonero (ROSA OLIVERA, 1956)
De estos, se conoce y está documentado que algunos establecieron su estancia en Santa Cruz de Tenerife, desde los primeros años de su conquista.

«De Lanzarote vinieron a buscar asiento en Tenerife numerosos mahoreros: casi todos se concentraron en Taganana. De la misma isla procedía Marcos Verde, cuyo nombre aparece con relativa frecuencia en los antiguos anales de Santa Cruz. Sabemos que había recibido en data un solar en Santa Cruz, en fecha desconocida: lo menciona en 1568 su hija, Bárbola Verde, al otorgar escritura de venta del mismo» (CIORANESCU, 1975, p. 80), corroborando su identidad el nombre de su hija que lleva el mismo nombre que su abuela.

La misma fuente nos dice también de la estancia del otro hermano Verde en esos primeros tiempos de la conquista de aquella:

«Luis de Mayorga parece proceder de Gran Canaria; por la edad que declara, debió de nacer en 1482. Era estante en Tenerife en 1507 y vecino en 1520, cuando le dieron en data una fanega de tierra “a las espaldas de las casas de la morada de Melchor Verde que es una rehoya que linda con el camino real que va desta villa a Sant Cristóbal a la dicha villa de Santa Cruz, que es el camino que dicen de Las Carretas, e por bajo la mar, e por el otro cabo las canteras”» (IBÍDEM, p. 82).

En el Real de Las Palmas está acreditada la estancia de Juan Verde y Lorenzo Verde (LOBO CABRERA et RIVERO SUÁREZ, 1991, p. 124), pudiendo ser el primero el antes referido pregronero Juan Verde de Sanabria y no teniéndose noticias del segundo de los nombrados.

Volvamos de nuevo a los otros hijos del matrimonio de Inés Margarita de Bethencourt y Arriete Perdomo, y para descartar otra línea de sus descendientes, mencionemos la de su tercer hijo Maciot II de Bethencourt que se casó con Luisa Guanarteme, hija de Armide Yacocon, nieta del guanarteme Artemi Semidan y prima de Catalina Guarnarteme, Masequera antes de ser bautizada, hija del último guanarteme de Gáldar Egoniga Semidan, quien casó con Hernando de Guzmán. Esta es la línea donde un hijo e hija, casaron en Gáldar con la hija de un conquistador y un conquistador, otro se fue a Francia y el último casó con la hija de un rico mercader de Agaete y volver a Lanzarote, según vemos en el siguiente (Árbol 3):
 
Descendientes de Maciot II (ROSA OLIVERA, 1956)
Para finalizar y agotar las posibilidades, veamos los descendientes del sexto hijo de Inés Margarita de Bethencourt y Arriete Perdomo; nos referimos a Miguel Martín Perdomo, casado con Susana de Aday, y del que hemos de comentar despacio pues muchos de sus descendientes se establecen en Telde, jurisdición a la que pertenecía Valsequillo en el siglo XVI (Árbol 4): 

Los Aday  (ROSA OLIVERA, 1956)
El primero de sus hijos es Juan de Aday, casado con Francisca de Coronado, que ya coincide con el segundo apellido de nuestro antro-topónimo Luis Verde Coronado. Además este matrimonio tiene un hijo llamado Luis de Aday, casado con María de Reina.

Si retomamos el repartimiento al principio reproducido en el que aparece citado Luis Verde, observamos que los que al salir de la iglesia son «Testigos Pedro Lorenço e Luys Verde Coronado e Luys de Adae e otros muchos vecinos desta isla».
 
Vista urbana (Google Earth)
Vayamos despejando algunas identidades. La mujer de Luys de Aday, Maria de Reina es hija de Diego de Reina e Ynes de Osorno, también estantes en Telde. Su padre ya era fallecido el 24 de enero de 1554 cuando su viuda pidió legalizaran a su nombre unas tierras que también tenía su difunto  en el Barranco de Diego de Silva, el mismo lugar del repartimiento pedido, actuando en su representación su yerno Luys de Adae o Aday (RONQUILLO RUBIO et AZNAR VALLEJO, 1998, p. 595).

Es el mismo lugar de la petición de Pedro Dopaso en la que compareció como testigo y por la que supimos de Luis Verde Coronado, también con Luis de Aday.

También es conocido que cuando Diego de Reyna pidió esa tierra en el Barranco de Silva, el 27 de septiembre de 1536, que al ser colindantes con otros y se manda que quede como dehesa, dice el 27 de octubre del mismo año «que lo que pide a de ser que entre en Vega con Juan de Aday e sus consortes e con las condiciones que se les dieron» (IBÍDEM, p. 145).

Si consideramos además que Francisca Martin de Aday, hermana de Juan de Aday, se casó con Diego Mayor, de cuyo matrimonio nació María de Aday que se casó con Gonzalo de Jaraquemada, estamos descubriendo un influyente grupo de poder en Telde, paralelo al que los descendientes de los Bethencourt construyeron en Gáldar con sus casamientos.

Vista del Drago de Luis Verde (91clipper)
Tampoco hemos de perder de vista que en el penúltimo de los hijos del pregonero Juan Verde de Sanabria (Árbol 2), encontramos a Leonor Verde que se casó con el conquistador Gonzalo de Aguilar de Gáldar, y su tercer hijo Juan de Aguilar, casó con Inés de Coronado (CEBRIÁN LATASA, 2003, p. 36), que lleva el mismo apellido que la mujer de Juan de Aday, Francisca de Coronado, pudiendo ser ambas hermanas de Alonso Coronado, casado con Catalina Becerril también en Gáldar (IBÍDEM, p. 105).

También entendemos que son hermanas de Francisco de Coronado, nacido en Gáldar que fue regidor de Tenerife, casado con Teresa de Prado, viuda de Luis Melián, casados en sus segunda nupcias, hijo este último de Juan Melián y Elvira de Betancor, y de esta última su madre es hija de Jean de Bethencourt Doncel (IBÍDEM, p. 336). Francisco de Coronado fue testigo ante el Santo Oficio a favor de los ancestros de Mateo Cairasco (CIORANESCU, 1957, p. 283), completando la alianza con los pobladores y financieros de origen genovés Cerezo y Cairasco. Los hermanos Coronados son descendientes de Alonso Coronado (Cornado), «Vecino de Lanzarote desde aproximadamente el año 1462 y, luego, de la Gran Canaria. Fue criado de los Herrera-Peraza» (CEBRIÁN LATASA, p. 174).

Detalle de la rama del drago (91clipper)
A partir de todo este entramado de intereses, de donde las alianzas matrimoniales se amparan en la endogamia y en el dominio de los territorios donde puedan ejercer su influencia, podríamos considerar que Luis Verde Coronado que dio lugar al topónimo es hijo de Juan de Aguilar e Inés de Coronado, tomando el apellido de su abuela paterna Leonor Verde acompañado del de su madre, y además el familiar nombre de Luis, recurrente en multitud de líneas de descendencia, y con capacidad económica y de influencias para hacerse con estas tierras de Valsequillo, en un entorno que le era muy familiar.

En este largo recorrido que hemos tenido tocando algunos de los árboles genealógicos de los descendientes de Juan de Bethencourt, hemos podido llegar a percibir un entramado tal cuya mejor representación natural, en sentido metafórico, la encontramos en nuestro endémico y particular Drago, del que por las coincidencias de la historia encontramos en este lugar un ejemplar de belleza e importancia indiscutible con una calculada vida de algo más de dos siglos.
 
Belleza de dos siglos (91clipper)
«Drago de Luis Verde, Valsequillo. Se localiza en la antigua Finca de Luis Verde, en el barrio del mismo nombre cercano al pueblo de Valsequillo. Presenta una copa aparasolada muy ascendente, con las ramas primarias erguidas casi verticalmente. Su estado de conservación es bueno, presentando un total de 14 ramificaciones. No hay datos sobre su fecha de plantación, pero tomando un intervalo medio de 14 años para cada periodo floral, idéntico al hallado en otros dragos que se incluyen en este trabajo y que crecen en condiciones muy parecidas, estimamos en 196 años el tiempo transcurrido desde su primera floración y su edad máxima en unos 220 años» (ALMEIDA PÉREZ, 2003, p. 25).

Propuesta y escudo de Valsequillo
La presencia de este bello ejemplar en el suelo de Valsequillo, fue orgullo suficiente para que el municipio propusiera en 1972 para su escudo la representación del drago de Luis Verde, como símbolo del pasado aborigen, y las abejeras símbolo del trabajo que en sus campos se hacía, si bien contenía un lema biblico típico de los tiempos de la propuesta.

El escudo municipal de Valsequillo fue aprobado mediante Decreto 3224/1973, de fecha 7 de diciembre (publicado en el BOE de 1 de enero de 1974), con la sustitución de las colmenas, la agregación de la representación de los aborígenes Tecén y Niguada, y la polivalente leyenda  que dice: “Con justicia y con honor” que pudiera alinearse con los "patriotismos" de finales del primer cuarto del pasado siglo.

Localización (IDE Gran Canaria)


martes, 24 de mayo de 2016

PITANGO, BARRANQUILLO Y LOMITO DE (VALSEQUILLO)

Topónimo que da nombre a un pequeño Lomo entre Las Vegas al poniente, y la Hoya de la Vieja a su naciente, en el centro de la histórica hacienda de Los Mocanes, junto a la carretera Lomo Magullo - Los Arenales (GC 132). Igualmente da nombre a un barranquillo que nace en la vertiente suroeste de la Montaña del Pleito y tributa sus aguas al Barranco de Cueva Blanca, aproximadamente en el lugar donde se encuentra el área recreativa de la Reserva Natural Especial de Los Marteles.

Vista del Lomito (Google Earth)
Del pitango o pitanga, sólo la expresión en femenino es recogida por la ACADEMIA CANARIA DE LA LENGUA, en su Diccionario Básico de Canarismos, diciéndonos que es el «Fruto del pitanguero». De este nos aporta el DRAE su significado «pitanguero. 1. m. Can. y Ur. [Canarias y Uruguay] Arbusto de las mirtáceas, de unos cinco metros de altura, que crece en los montes fluviales, de corteza gris verdosa, hojas simples, ovoides, de color verde intenso y frutos comestibles, rojos o morados, en forma de pequeñas bayas globosas de dos centímetros de diámetro, que se utilizan para aromatizar bebidas alcohólicas».

La remisión que nos hace el DRAE al uso exclusivo del término en Uruguay y Canarias, nos pone en la pista de donde conocer algo más del mismo, y así lo encontramos en la ficha del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) de Uruguay, con una amplia información del mismo.

Pitanguera 
«Tiene un follaje persistente o semicaduco, con hojas de color verde que a veces presenta coloraciones rojizas a violáceas en el invierno y tonalidades purpúreas más o menos pronunciadas con los brotes nuevos. Su altura en el monte nativo puede llegar a 7 - 8 m.

Las flores son blancas y frágiles, con largos pedúnculos. La floración es abundante y muy atractiva para las abejas; ocurre en primavera aunque algunas variedades tienen una segunda floración en verano. En estos casos hay una doble cosecha.

Las frutas son pequeñas y pueden ser de varios colores: anaranjados, rojos, violetas y casi negros, con “costillas” o gajos, de sabor dulzón, con presencia de taninos y jugo con pigmentos que tiñen. Contiene 1 o 2 semillas grandes. Se consumen frescas o procesadas, obteniéndose muy ricos jugos, helados, salsas y licores. La piel es muy fina y por ello la fruta debe ser tratada con mucho cuidado para que no se lastime. Está pronta para cosechar cuando ha desarrollado su color y se desprende al tocarla suavemente. Se puede comer directamente del árbol».

Pitangas
En relación con su inclusión en el DRAE, conocemos de las razones que llevaron a ello «La excepción corresponde a “pitanga”, porque pese a que tampoco hemos podido anotarla en ninguno de los léxicos consultados, ni tan siquiera en diccionarios y libros de botánica, entendemos que su inclusión en el DRAE-84, como “Can. Y Urug. Fruto del pitanguero”, puede estimarse correcta, lo mismo que el árbol correspondiente el “pitanguero”. Es este uno de los muchos casos en que los repertorios léxicos canarios, capaces de recoger palabras de muy poca entidad de uso, olvidan otras de mayor importancia » (CORRALES, 1992, p. 209).

Algunos años después el mismo investigador amplía su información para conocer de su arribada a las islas «… “pitanga y pitanguero” ‘arbusto de las Mirtáceas’ surgieron en el uso americano, y deben de tener igual punto de partida estas otras palabras, aunque sea difícil plantear con total evidencia que todas ellas vinieron a las islas con la vuelta de los emigrantes, si bien entendemos que las posibilidades de que sean americanismos en Canarias son más amplias que el sentido contrario, es decir, canarismos en América » (CORRALES et CORBELLA, 2013,  p. 662).

Vista del barranquillo (Google Earth)
Como bien se dice, ni las palabras, ni las frutas viajaban solas por el Océano Atlántico, y siempre precisan de un portador humano que las lleve consigo en su viaje de regreso, y para ello se hace necesario conocer como salió de las islas, bien él o sus antepasados en aquellos bergantines en los que se asumía enormes riesgos y sufrir de los mayores rigores, como auténtica “mercancía de carga”.

A partir de la aprobación de la Constitución de 1830 de Uruguay, el gobierno de dicho estado ya independiente se planteó el desarrollo del país que venía condicionado, entre otros factores, por la insuficiente población rural que imposibilitaba cualquier intento de transformación del sector agrario, la carencia de rutas eficientes en transportes y comunicaciones y el escaso valor comercial del puerto de Montevideo que tenía que diversificarse más allá de la salazón del pescado para poder competir con el cercano puerto argentino de Buenos Aires.

La burguesía comercial uruguaya surgida a partir de la nueva Constitución, propuso al Estado la contratación de albañiles, herreros, carpinteros y agricultores a partir de la traída de emigrantes. «En 1834 se puso en marcha un plan para atraer la inmigración, cuyas características quedaron claramente delineadas. La preferencia del gobierno se inclinaba hacia los artesanos, peones y trabajadores a quienes pudieran acreditar buena conducta los cónsules residentes en el territorio uruguayo. Fue entonces cuando se presentaron: Jorge Tornsquist, proponiendo atraer la emigración alemana; Samuel Fisher Lafone, que se comprometía a transportar mil emigrantes desde Islas Canarias, Cabo Verde y provincias vascongadas. Entre ellos deberían contarse 400 artesanos ─albañiles, herreros, carpinteros, etc.─…» (MARTÍNEZ, 1982, p. 261).

Puerto de Montevideo  1829
Si de una parte Samuel F. Lafone se encargaría del transporte de colonos canarios, es Juan María Pérez, que desde su privilegiada posición como comerciante, estanciero, propietario, diputado de las Cámaras Legislativas y Ministro de Hacienda bajo la presidencia de Manuel Oribe y Viana (1835-1838) *Nieto de José Joaquín de Viana, natural de Lagrán (Álava), militar español y gobernador de Montevideo, se convierte en el contratista en destino de los emigrantes canarios y facilitador en la Administración interior.

Un siglo atrás, la legislación en origen era favorable con la autorización «… que el Monarca español Felipe V aprobara por Real Cédula de 1725 el poblamiento del lugar que habría de constituir la ciudad de Montevideo, autorizando el paso de familias canarias, con los privilegios que las Leyes de Indias concedían a los vecinos fundadores …» (GUERRERO, 1960, p. 493), que generó el establecimiento cada año de 1.500 canarios, utilizando como medio de transporte los buques extranjeros en tránsito por las islas, emigración que en opinión de los gobernantes de entonces consideraban que iba en perjuicio de la agricultura y artesanía canaria, sin considerar que aquellos que recurrían a la emigración lo hacían por superar la miseria a la que estaban condenados por los abusos de los propietarios de las tierras isleñas del Antiguo Régimen.

Fuente: MARTÍNEZ DÍAZ, N.:
“La emigración clandestina desde las Islas Canarias al Uruguay”
Sería el proceso de independencia de los países sudamericanos el que determinará la prohibición de emigrar a dichos destinos en tiempos del absolutismo de Fernando VII «… El Consejo, teniendo a la vista el expediente en cuestión y lo expuesto por el Consejo de Indias ─en consulta del 17 de febrero de 1827─, estimó conveniente que la autorización de licencia para pasar a los "países sublevados, o extrangeros del Continente Americano", la concediese el Rey o el Consejo de Indias. Se exceptuaba de tal trámite el paso a Cuba, Puerto Rico y Filipinas y aquellos países que volviesen a la "obediencia" de la casa borbónica reinante; en este caso bastaba solamente que el Juez de arribadas concediese la licencia y se abonase un derecho de dos pesos fuertes por ella…» (Ibídem, p. 494).

A partir de que fueron consolidándose las contrataciones en Uruguay como destino de la emigración canaria, a pesar de la prohibición porque la «… realidad económico-social superaba a los buenos deseos de los gobernantes [¿?], y los Isleños indigentes hallaban siempre los medios para abandonar sus tierras y hogares en busca de nuevos horizontes …» la clandestinidad se hizo tan evidente como la necesaria y urgente supervivencia económica de las familias, y así desde que Uruguay estableció los mecanismos para acoger a estos “refugiados económicos” de Canarias, primero fueron los “conejeros”, y le siguieron las restantes islas.

Vista del lomito (Google Earth)
Pero los malos vicios de la sociedad aristocrática española también se habían instalado en Uruguay, y en los primeros años de la corriente migratoria «… La situación especial de los colonos, trasladados hasta Montevideo por los distintos contratistas, los colocaba casi inermes en poder de quienes les empleaban haciéndose responsables del pago de sus pasajes a cambio del trabajo del inmigrante. Esta semiesclavitud temporaria constituyó una ventaja adicional, tal vez inesperada, para el patriciado; pero es indudable que produjo un margen de beneficio comercial para los empresarios, aunque reducido más tarde por el conflicto armado y el sitio de la capital. Este tráfico de nuevo tipo fue explotado por hombres cuya habilidad en el terreno del comercio, las finanzas y la especulación, no ofrecen duda alguna. Uno de estos hombres era Samuel Fisher Lafone. Activo representante del estrato social más poderoso de la joven república uruguaya, explotaba toda posibilidad para ampliar la esfera de sus negocios.

[…] En 1837, Samuel Fisher Lafone celebra contrato con la administración por el cual se compromete a traer, por espacio de cinco años y a su costa: “de Europa y de Canarias personas industriosas y agrícolas que fomentasen las artes y la labranza”. El gobierno debía pagar ochenta patacones [*Antigua moneda de plata de una onza] por cada colono mayor de catorce años y cuarenta por los menores de esa edad. Quedaban exceptuados los niños de pecho y los mayores de sesenta y cinco dos. Los colonos firmarían con el Estado vales a doce, dieciocho y veinticuatro meses por el pago de sus pasajes…» (MARTÍNEZ, 1982, pp. 261 y 263).

Entre 1835 y 1842  se estima llegaron a Uruguay 8.200 canarios, 4.900 hombres y 3.300 mujeres, aproximadamente un 17% de la emigración total arribada en ese período.
 
Vista del barranquillo (Google Earth)
Los intereses de Samuel F. Lafone y sus relaciones a ambos lados del Atlántico debieron ir en aumento cuando «El domingo 3 de abril de 1836, el periódico "El Español" de Madrid daba a conocer la noticia de que últimamente se había concluido, entre el Cónsul de S.M.C. en Bayona y el representante de la Casa inglesa "Samuel F. Lafone" de Montevideo, un convenio para la traslación de Colonos canarios y vascongados a la República del Uruguay».

Buena parte de los emigrantes canarios se asentaron en Uruguay, después de haber soportado un inhumano viaje y un largo tiempo pagando el coste de su viaje en condiciones de explotación, pero no dudamos que la inquebrantable voluntad de prosperar en la vida les hizo convertirse con el tiempo en propietarios de tierras uruguayas del noroeste, próximas a Río Grande del Sur (Brasil), donde ya se aprovechaban los “pitangueiros”, castellanizado “pitanguero”, que se daba de forma silvestre en los montes ribereños y en quebradas.

Fuente: MARTÍNEZ DÍAZ, N.:
“La emigración clandestina desde las Islas Canarias al Uruguay”

La “pitanga” también llamada en Uruguay “ñangapiri”, “grulli”, comercialmente como “grosella” o “cereza de Cayena”,  debió convertirse en un preciado tesoro de aquel o aquellos canarios que regresaron a sus tierras del nonato municipio de Valsequillo, en gestación en aquellos tiempos del s. XIX por el impulso de su parroquia, no dudando en traerse semillas de pitangueros, que después de plantadas en las inmediaciones del Lomito o del Barranquillo de su nombre, causaron tal sensación entre los lugareños que decidieron reconocer dichos lugares con el nombre de su fruta, en masculino, que se podía comer directamente del árbol.

Desconocemos si existe por estos lugares todavía algún viejo pitanguero, y si así fuera el dulce sabor de sus pitangos o pitangas debe traernos a nuestra memoria la alegría por la vuelta de los amargos momentos vividos en la obligada emigración llevados en un pequeño barco de dos palos de velas llamado bergantín.



Localización del Lomito (IDE Gran Canaria)
Localización del Barranquillo (IDE Gran Canaria)