viernes, 29 de julio de 2016

MAYORGA, BARRANCO DE (GÁLDAR)

El barranco nace en la Hoya de los Cardos, al pie del Lomo de la Almagra, junto a Cercado de Bastiana, atravesando Artazo y recibiendo las aguas de sus tributarios el Barranco de Artazo y el Barranquillo de los Peralillos, para llegar junto al Roque Maninidra donde acaba aportando sus aguas al Barranquillo de Bracamonte para llevarlas hasta el Barranco de Agaete, a la altura de la Casa Romántica.

Está documentado que las tierras de estos lugares fueron repartidas a partir del segundo cuarto del s. XVI, el topónimo creemos se debe a los descendientes del regidor y conquistador Juan Mayorga, quien conociéndose que estableció su residencia en Gáldar, había recibido otras tierras a finales del siglo anterior en el entorno entre San Lorenzo y Tenoya.

 «Según el libro de Repartimientos, en 13 de julio de 1485 se repartió el Valle de Tenoya desde la acequia vieja a la parte de la Villa del Real […] “Juan de Mayorga, Regidor, Conquistador, 15-6-1485. Y luego este dicho día se fizo una suerte de tierra de una peonía en que ovo cinco aranzadas de tierra de regadío, que es desde peonía que es de Ibone de Armas hasta llegar al camino que va de esta Villa del Real de Las Palmas al lugar de Arucas, y llega por la parte de encima a la acequia y por la parte de abajo al dicho arroyo, la cual se dio al dicho Juan de Mayorga, Regidor”» (HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, 1987, págs. pp. 257-258).

Ya fallecido, dichas tierras habían pasado a la titularidad de Catalina Guerra según se desprende de la reformación de las aguas del Heredamiento de Tenoya realizada por el licenciado Zárate en 1506:

«Los que han de gozar de la dicha agua son los siguientes: “Primeramente a Catalina Guerra mujer de Juan de Siberio, una suerte de tierra de 5 aranzadas, la cual fue de Juan de Mayorga […] Juan de Mayorga é Juan de Ariñez por él, dos suertes y media”» (IBÍDEM, p. 260-261).
 
La cuenca curva es el Barranco de Mayorga (Google Earth)
Los topónimos que encontramos junto al cauce de este Barranco de Mayorga, nos aproximan a tierras que fueron repartidas entre los naturales de la isla, descendientes de aborígenes, a partir de los repartimientos del segundo cuarto del s. XVI, resolviendo así la presión a que fueron sometidos por los colonos-pobladores que los desplazaban de las tierras bajas con mejor aprovechamiento agrícola, como ya hemos tratado en distintas entradas a este Blog: Artazo, Cercado de Bastiana, Maninidra y Samarrita.

La hipótesis de tierras de un descendiente del conquistador y regidor Juan de Mayorga, como ya se ha dicho en un territorio en aquellos tiempos poblado por naturales de las isla descendientes de aborígenes, obliga a conocer algo más del conquistador, de sus relación con el grupo étnico aborigen, de sus descendientes y las posibles relaciones de sangre que pudieron facilitar a alguno de ellos a este lugar, tan identificado con los descendientes de Fernando de Guanarteme. Conozcamos la reseña compilada de su persona.

«Abreu lo cita como uno de los primeros regidores de Gran Canaria. Conquistador de Gran Canaria, de los llamados de las Islas. Hijo de Francisco Mayorga, converso, hermano de Inés Mayorga, c. con Pedro Mayor, de las Islas.

Vecino de Lanzarote en 1475, fue testigo en la escritura de poder otorgada por los vecinos de Lanzarote en favor de Juan Mayor y Juan de Armas, el 21 de agosto de 1475. En 1478, después de la Pesquisa de Pérez de Cabitos, se unió a la conquista de la Gran Canaria. Se avecindará, acabada la conquista en el año 1483, en la zona de Gáldar. Regidor de Gran Canaria en 1485, será uno de los alcaldes mayores de la villa Real de Las Palmas durante el gobierno de Vera, periodo de 1483 a 1485, por lo que durante la residencia de éste fue procesado en 1491-1492. Se le acusaba de haber liberado a dos presos En la RC de septiembre 1492 se ordena que sea enviado a la Corte, ya que ha sido condenado en residencia por su labor como alcalde. Se le acusó de haber liberado a un somético [sodomítico] llamado Francisco y al portugués Juan, que estaba detenido por robar una casa. En 1485 recibió, en repartimiento, tierras, solares y aguas en el término del Real de Las Palmas. En 1506 recibió tierras en el barranco de Tenoya [sic]. Murió antes de 1502, ya que en febrero de 1502 aparecen sus herederos habiendo vendido tierras a Batista de Riberol.

Casado con Juana Bolaños. Hijos: I. Francisco Mayorga, c. con Catalina Michel. II. Francisca de Mayorga, c. con Alfonso [Alonso] Rodríguez de Palenzuela. III. Isabel. IV. Juan de Bolaños» (CEBRIÁN LATASA, 2003, pág. p. 332).

Horno de pan (Fedac)
En relación con la compilación de datos de la fuente anterior, llamamos la atención que cuando dice “en 1506 recibió tierras en el barranco de Tenoya”, no cabe tal posibilidad porque ya era fallecido. Posiblemente confundió la fuente con la desposesión de sus tierras por la reformación del licenciado Zárate a la que ya nos hemos referido. La certeza de su fallecimiento en 1502 la tenemos acreditada por el siguiente documento:

«1503, febrero 6, lunes.
Toma de cuenta al honrado Pedro López de Sevilla, tesorero de la santa compusyçión en el obispado de Canaria, por el reverendo señor don Alonso Bibas, prior de la Iglesia de Canaria y comisario de la dicha santa compusyçión. Ha recibido lo siguiente, de las personas que se indica […] Juana de Bolaños, testamentaria de su marido Juan de Mayorga, que mandó dar de limosna a la santa cruzada 1.200» (LADERO QUESADA, 2004, pág. p. 270).

Antes de seguir avanzando en las dudas que nos invaden en cuanto a la identificación de su descendencia, veamos primero de su ascendencia, pues será muy importante conocer de algunos detalles.

La misma fuente bibliográfica anterior aporta los datos compilados de quien se cree pueda ser su padre Francisco de Mayorga:

«Abreu lo trae como conquistador de Gran Canaria y sirviendo de padrino y tutor espiritual de la hija del Guadarteme de Gáldar. Casado con Juana Bolaños. Cfr. op. cit., libro II, cap. 25. Es error por su padre o su hijo Juan».

Ya detecta el error, al estimarlo casado con Juana Bolaños, que es el nombre también de la mujer de Juan de Mayorga, de donde la información del padre o del hijo es incorrecta. Y ello acontece porque en distintas crónicas históricas se atribuyen a Francisco de Mayorga hechos que corresponden a Juan de Mayorga, y así en la narración cuando se trae a colación el nombre de su mujer, se menciona a Juana Bolaños. Se tiene la relativa certeza de la presencia en las islas de Francisco de Mayorga por distintos documentos, sin que puedan determinarse sus tiempos de vida, pero nada más. Es sabido que los cronistas del s. XVI utilizaban multitud de fuentes, en su gran mayoría orales, y ello propiciaba la difícil identificación de los protagonistas de sus crónicas cuando los antropónimos eran coincidentes y era la expresión más acostumbrada de entonces.

Entre esas menciones tenidas como erróneas, veamos aquella que más nos interesa
por lo que vamos a contar de este topónimo.

«La hija del Guanarteme de Gáldar don Fernando, que se decía Tenesoya, llegada fue al real de Las Palmas, la entregaron el obispo don Juan de Frías y Pedro de Vera, a Francisco de Mayorga y a Juana de Bolaños su mujer, para que la doctrinasen. Quiso luego ser cristiana. Baptizóla el obispo don Juan de Frías; llamóse doña Catalina. Fueron sus padrinos el gobernador Pedro de Vera y Francisco de Mayorga, y su mujer Juana de Bolaños. Fue casada esta doña Catalina con don Fernando de Guzmán, hijo de Alonso de Guzmán, nieto de Fernán Pérez de Guzmán, señor de Vatres y Alcubillete [Alcaudete] del reino de Toledo, de quien vienen los Guzmanes del pueblo de Gáldar» (ABREU GALINDO, 1977, pág. p. 235).

Entre las Notas que incluye al pie el profesor Alejandro Cioranescu en la misma página dice:

«Francisco de Mayorga parece ser error, por Juan de Mayorga, vecino de Lanzarote en 1475, conquistador de Gran Canaria y regidor de su primer cabildo en 1484 (cf.239.27), alcalde mayor en 1491 y fallecido, según parece, por 1505 o 1507 [sic]. Fue casado como aquí se indica, con Juan de Bolaños, de cuyo matrimonio tuvieron a Francisco de Bolaños; a Francisca de Bolaños, casada con Alonso de Palenzuela; a Isabel y a Juan de Bolaños. Sin embargo, de los documentos resulta la existencia tanto de un Juan de Mayorga como de un Francisco».

Es importante que retengamos esta aclaración y así entender con claridad el texto que reproducimos de otra crónica posterior del s. XVII.

Ya en relación con su descendencia, y con respecto a su cuarto hijo, puede que sea la misma persona llamada Juan de Mayorga, que en la puerta de la “yglesia del señor Santiago” de Gáldar, el 7 de enero de 1536, contradice la solicitud de data de tierras en Valsendero de Alonso Medina, alegando que “entre los dos barrancos diciendo ser suyas” (RONQUILLO RUBIO & AZNAR VALLEJO, 1998, pág. p. 93), de donde tenemos el testimonio de ser estante en Gáldar.

Aparentemente no cabe la posibilidad que este Juan de Bolaños o de Mayorga sea descendiente de Inés Mayorga, supuesta tía del conquistador Juan de Mayorga, casada con  Pedro Mayor en sus segundas nupcias sin descendencia. Pero sí fue por el cónyuge de esta tía-abuela por donde alcanza la familia el vínculo de sangre con los naturales descendientes de canarios ilustres.

«Grancanario prehispánico, conquistador de Tenerife. Criado de Lugo. Vecino en El Realejo de Abajo, Taoro, aunque pasó gran parte de su tiempo en Abona -Chimiche, Río de Arico y Tajao- donde tuvo su majada de ganado cabruno. Se encuentra suficientemente documentado, aunque no se han conservado testimonios suscritos en las escribanías de Taoro. Sí, en abundancia, los de su descendencia. Recibió tierras y aguas en Taoro -Realejo e Icode de los Trigos-, Güímar y Abona. AMLL.

Era hermano de Diego Mayor, y tal vez también lo fuera de Francisco Mayor. Primo de Alonso Díaz. Casó con Marina Fernández, hermana de Constanza Fernández y de Hernando Guadarteme.

Hijos: I. Catalina Mayor, c. con Andrés Sánchez, Diego Romero y Luis Hernández, carpintero. II. Juana Mayor, c. con Juan Delgado. III. María Mayor, c. Hernán Sánchez y Alvaro Gallego. IV. Juan Alonso (Debió nacer en Gáldar hacia el año 1495), c. con Leonor Hernández, hija de Fernando Guadarteme, tío del propio Juan, y de la esclava guanche Inés. V. Pedro Hernández, c. con Antonia González.

Una vez viudo, casó con Inés Mayorga, hermana de Michel de Vera y de María de la Torre, pasando a vivir en la villa de Gáldar, donde murió en el año 1521. Ante Alonso de San Clemente, el 27 de julio de 1516, fs. 268r/272v. AHPLP. No tuvo hijos en este segundo matrimonio» (CEBRIÁN LATASA, 2003, pág. p. 332).

Y decíamos aparentemente no cabía fuera descendiente de Inés Mayorga, tía de Juan de Mayorga si fuera hermana de Francisco de Mayorga, supuesto conquistador y padre de aquel, como se dice al principio; y nos asaltan dudas, pues no concuerda que si fuera la hermana de su padre, sea la misma Inés Mayorga que se casó con el canario Pedro Mayor, de la que se documenta después es hermana de Michel de Vera y de María de la Torre.

Entiendo que se esté confundiendo a dos Inés Mayorga, de distintas generaciones, y además, que de la tía del conquistador Juan de Mayorga puede haber otra línea de descendencia que pasó a Tenerife:

«Luis de Mayorga parece proceder de Gran Canaria; por la edad que declara, debió de nacer en 1482. Era estante en Tenerife en 1507 y vecino en 1520, cuando le dieron en data una fanega de tierra …» (CIORANESCU, 1975, pág. p. 82).

Tenemos otra referencia más  sobre Ynés Mayorga que aparece como acreedora de Catalina Hernández Guanarteme, hija de Fernando de Guanarteme, según su testamento de 10 de abril de 1526 (LOBO CABRERA, 1980, pág. p. 147), de donde concluimos que no es coetánea con la tía de Juan de Mayorga, por ser hermana de su padre según se dice.

Y para más abundar, otro documento notarial de 1550:

«Y porque en el testamento de 4 de diciembre de 1550 la vecina de Gáldar Inés de Mayorga nombraba heredera usufructuaria a su hermana María de la Torre y, a su muerte, al síndico Damasio Andrés 21».

La antes dicha nota 21 a pie de página dice además de tierras en Artazo:

 «A.H.N. Sección Clero, libro 2352, 1701, ff. 14 r. y ss. A la muerte de Simón González, esposo de María de la Torre, los bienes de Inés de Mayorga y de María de la Torre fueron inventariados y transferidos a los síndicos con la obligación de que éstos socorrieran al convento y a sus frailes en el orden y manera que dispusiera el Padre Guardián, además de que se les dijera una misa rezada cada semana. Otorgó última voluntad de 4 de diciembre de 1550 en presencia de Alonso Sánchez. Posteriormente, las veinte fanegadas de tierras en Artaso fueron vendidas por Damasio Andrés Barreto Martín a censo perpetuo a Gonzalo de Quintana el mozo y a Ana de Betancur con las 3 doblas de tributo, según la escritura dada por Diego de Flores de San Juan el 14 de enero de 1567»  (CRUZ Y SAAVEDRA, 2008, pág. p. 46).

Cueva-alpendre y bebedero (Fedac)
Y otra nota más del anterior autor e investigador que hace referencia al año 1562 en relación con esta última Inés de Mayorga:

«A.H.N. Sección Clero, libro 2352, 1701, ff. 14 v.o. A raíz de la solicitud que hizo de las memorias de Inés de Mayorga y María de la Torre, debido a la pérdida de los instrumentos ocasionada por el desgraciado incendio que afectó al recinto el 26 de enero de 1562» (IBÍDEM, p. 49).

Y si bien ya tenemos una pista cierta de quien eran las tierras por la que discurre el Barranco de Mayorga en Artazo, sigamos avanzando con los descendientes. También tenemos otra línea de los Mayorga, como es el caso de Diego de Mayorga casado con María Hernández, estantes en la Ciudad Real de Las Palmas en 23 de enero de 1516/1518 (¿?), en cuya nómina también encontramos el matrimonio de formado por la hija del conquistador Juan de Mayorga, Francisca de Mayorga y Alfonso Rodríguez de Palenzuela  (LOBO CABRERA & RIVERO SUÁREZ, 1991, pág. p. 109).

Al igual que tenemos al hijo de Juan de Mayorga deteniendo a un morisco converso fugado, por los “riscos de Gáldar” cerca de la costa, pudiendo ser en los altos del fondeadero del Juncal dado que tenía sus tierras en el camino a Agaete.

«4. 1511, 17 de mayo-l512, 6 de septiembre. Proceso contra Alonso de Fátima, morisco converso, vecino de la isla de Lanzarote, por fugarse de las cárceles secretas del Santo Oficio, donde estaba preso acusado de hereje y apóstata. Fue localizado en los riscos de Gáldar por Francisco de Mayorga con el que sostuvo lucha y antes que lo prendieran se arrojó al mar» (RODRÍGUEZ, 1969, pág. p. 131).

Para no alejarnos de nuestro relato, expongamos de cuándo viene la especial e importante relación que mantuvo Juan de Mayorga con Fernando de Guanarteme, de afinidad más allá de la buena vecindad, que debió prender entre ambas familias lazos de afectos y reconocimientos recíprocos, que de alguna forma unieron a sus respectivas familias de forma tal, que en los tiempos próximos al centenario de la conquista en que los naturales fueron hostigados por los colonos-pobladores, extranjeros a todos los efectos como los Mayorga, permitieron no sólo que convivieran muy próximos, sino además seguir manteniendo y fortaleciendo esa especial afinidad, más allá de los vínculos de sangre que ya existieron. Acudimos así al relato de otro cronista histórico del siglo XVII, primero conociendo como fue apresado Juan de Mayorga por los aborígenes, de su liberación y después ampliando con mayor detalle el mismo momento antes recogido por ABREU Y GALINDO, y todo ello volviendo a confundir al personaje de Juan de Mayorga con Francisco de Mayorga.

«Dieron muerte este día a ochenta cristianos, y cautivaron mas de ciento; y así mismo se levantaron con treinta muchachos, hijos de hombres principales de lo mejor, y más lucido de la isla de Lanzarote, que los había dejado Diego de Herrera en rehenes de la amistad y paz que habían concertado; en los cristianos que cautivaron este día, fué preso Francisco de Mayorga alcayde de la torre el cual llevaron a su rey D. Fernando Guanarteme que lo tuvo en mucha estimación, como a caballero principal, y él se lo agradeció como adelante se dirá». (SOSA, 1849, pág. p. 74).

«Llevó Guanarteme por interprete a un caballero español llamado Francisco Mayorga, que sabia muy bien la lengua canaria, por haber estado mucho tiempo cautivo asistiendo al rey D. Fernando Guanarte el bueno en Galdar. (este caballero era alcalde de la torre de Gando cuando la tomaron los canarios) Bautizóse pues, y fueron sus padrinos los señores reyes católicos.» (IBÍDEM, p. 114).

«Su magestad hizo merced a Francisco Mayorga, que fué por lengua, y interprete de D. Fernando Guanarteme, del alguacilazgo mayor de la isla gran Canaria. A D. Fernando Guanarteme, hizo también merced en dicha isla de los valles y términos de Aumastel y Gaayedra, y entonces Guadayeda, que hoy está corruto el nombre que fué lo que pidió el dicho D. Fernando al Rey. Este solo término de Guadayeda. Guayedra, le quedó, porque como murió después en la conquista de la isla Tenerife, y no dejó hijo varón, se perdió lo demás viniendo a poder de otros» (IBÍDEM, p. 115).

«Hecho este concierto, los capitanes recogieron su gente y marcharon al Real de las Palmas, confiados y seguros de la palabra de los canarios que jamas faltaría, por ser de lo que mas se preciaban. De allí a poco vinieron los canarios y trageron consigo, con mucha veneración a su señora. Traíanla cuatro hidalgos de cabellos rubios, puesta sobre unas andas, vestida de un zamarro de pieles curiosamente dispuesto y labrado, que la cubría toda, tocada como cristiana y bien prendida a su uso. Adornada de muchas curiosidades, que tenían habidas de los cristianos. Venían sus dos tíos; el Faican de Galdar y el de Telde á los lados, mas no parejos, con ella, sino algo hacia atrás. La demás gente principal é hidalgos, de los que podían traer cabellos largos, unos acompañándola adelante, y otros sirviéndola á tras con mucha gravedad y compostura modesta.

Supo Pedro de Vera, su llegada, y con notable alegría, juntamente con los demás capitanes, oficiales y soldados del Real, les salieron a recibir con mucha diligencia al camino que viene de la Ciudad de Telde; y estando todos juntos, después de haberse unos a otros cortejado con muchas reverencias, y cortesanias, los dos Faicanes por intérprete llamaron al capitán Pedro de Vera, y delante de todos le dijeron.

“Aqui os entregamos nuestra reina y señora en nombre del rey de España, en cuyo lugar estáis, para que la tratéis como á hija del rey Guanarteme el bueno, que era el verdadero señor, y rey de esta tierra é isla, para que la deis en guardia á cristiano que sea noble; y la tratéis bien como á persona tal”.

Pedro de Vera, lo aceptó y prometió hacer con juramento. Estaba presente Francisco de Mayorga alguacil mayor por S. M. y alcalde también puesto por Pedro de Vera. Fué el primer alcalde que hubo en la isla, el cual le pidió para tenerla en su casa; Pedro de Vera se la dio con mucha alegría de todos los canarios, que ya le conocían, por haber estado cautivo en poder del rey su padre D. Fernando Guanarteme el bueno, que le cogieron en la torre de Gando, de donde era alcalde, cuando la tomaron los canarios; y como fué tan bien recibido, y tratado del rey, asi lo pagó á su hija él y Juana de Bolaños su muger en el regalo y tratamiento que le hicieron.

Pozo y estanque (Fedac)
De allí á poco se bautizó, y fueron sus padrinos Rodrigo de Vera, hijo de Pedro de Vera, y el mismo alcalde mayor y su muger. Bautizóla el Sr. obispo D. Juan de Frías en la iglesia de S. Antonio Abad, que fué la primera del leal de las Palmas, y en donde estuvo muchos años la clerecia, hasta que después se fabricó la Santa iglesia catedral. Pusola su señora por nombre Doña Catalina; seria entonces de edad de diez años poco mas, era muy blanca y rubia, que entre los canarios gentiles se tenia por grande bizarria: era hermosa y discretamente honesta, estuvo en casa del alcalde Francisco de Mayorga, hasta que vino de la isla de Lanzarote, á morar á esta de gran Canaria Maciot de Betancurt, y su muger Luisa de Betancurt, su prima-hermana, sobrina del rey D. Fernando Guanarteme el bueno, aquella varonil señora del rescate de los 113 cristianos, que se volvió otra vez á Lanzarote después de haberlos rescatado. Esta señora su prima, la llevo á su casa, y la trató como a hermana, que como á tanto se amaban las dos primas. No podian estar apartadas, hasta que tuvo edad para casarse, y la casaron con un caballero Toledano llamado Fernando Guzman, hijo de Alonso de Guzman y nieto de Fernando Pérez de Guzman, señor de Bates y Alcaudete, cuyos descendientes son los Guzmanes que viven en Galdar» (IBÍDEM pp. 123-124).

Se entenderá que fue muy próxima la relación, y aunque se quisiera ignorar la interpretación del profesor Alejandro Cioranescu, tanto fuera Francisco como Juan de Mayorga superó todas las expectativas entre un natural de la isla con una arribado extranjero, hecho que de alguna manera se contraponía a las noticias de la captura de aborígenes para su venta como esclavos.

«Esta sugestiva explicación de Marcy tropieza con las ideas de Wöffel sobre la actuación de los obispos; y no advierte la abundante venta de esclavos menores de edad, conocida por los documentos de Valencia, Sevilla, etc. pero tiene a su favor datos ciertos, como la entrega de la Princesa Tenesoya a Mayorga … » (MARCY, 1962, pág. p. 257 np. 41).

Pero toda duda en cuanto a quien fue el primer alcalde del Real de Las Palmas, nos la aporta un documento oficial de un procedimiento iniciado:

«343. 1492 Septiembre (s.d.). Zaragoza (f. 97). Incitativa a Francisco Maldonado, juez pesquisidor de la isla de Gran Canaria, para que ordene a Fernando de Trujillo y a Juan de Mayorga, alcaldes que fueron de Pedro de Vera, gobernador de la isla, que comparezcan ante el Consejo Real, por haber sido culpados en la residencia de dicho gobernador, con licencia para poder prenderlos y enviarlos, a sus costas, ante el Consejo, en caso de que no entreguen fianzas suficientes. Don Alvaro. Decanus hispalensis. Johannes. Antonius. Petrus. Mármol » (AZNAR VALLEJO, 1981, pág. p. 70).

También el apellido Mayorga llegó al nuevo mundo descubierto de las Américas, de la descendencia del regidor, haciendo honor a aquello que acreditó el ancestro durante la conquista de la isla. Como es el caso de un homónimo suyo que fue también conquistador por aquellos lares:

«Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón corroboran que con don Alonso Luis Fernández de Lugo se enrolaron en Canarias "gente noble y común", "algunos de los soldados de más porte de las Islas, y personas de mucha experiencia, como Juan de Mayorga, antiguo conquistador de Cubagua"» (MORALES PADRÓN, Canarias en los Cronistas de Indias, 1964, pág. p. 218).

En 1541 en esa expedición a América del Adelantado fueron cantadas las gestas del oriundo de la isla

«Lugo [Alonso Luis de] dispone que los expedicionarios queden bajo el mando de dos capitanes veteranos: Martín López y Juan de Mayorga, de quien dice Castellanos [Juan de CASTELLANOS, Elegías de varones ilustres de Indias, Madrid, B.A.E. 1852]:  (BORGES, 1974, pág. p. 176)

“Juan de Mayorga, hijo, semejante
En discreción, honor, virtud, proeza,
Que vive y es persona señalada
En este Nuevo Reino de Granada.
Persona de mí harto conocida
Pues ví que en escuadrones de Belona
Ha servido muy bien toda su vida;
Y sirve hoy a la real corona”.»

Ya más tarde, de las veinte fanegadas de tierras en Artaso que pertenecieron a los bienes de Inés de Mayorga, quien el 4 de diciembre de 1550 nombró heredera usufructuaria a su hermana María de la Torre, viuda de Simón González, que recibió en donación el Convento de san Antonio de Padua de la orden franciscana en Gáldar, nos queda como testimonio de un noble apellido en el topónimo del Barranco de Mayorga, dentro de un territorio de tierras rojas en el que encontramos algunos más recientes bienes etnográficos, como una cueva horadada como alpendre, con su trabajoso bebedero labrado en la tosca, un horno de pan rematado con su boca rematada en piedra, o un viejo pozo con su estanque construidos con el canto rojo de Gáldar, tratando de encontrar en las entrañas de la tierras las cada vez más difíciles aguas de riego.

Algún día nos descifrará algún genealogista por qué línea de los Mayorga llegamos a los ascendientes de esta Inés de Mayorga, hermana de Michel de Vera y de María de la Torre, que casó con el viudo Pedro Mayor estantes en la villa de Gáldar, de la que tenemos distintas noticias prestando dineros a los naturales de la isla en Gáldar, entre ellas Catalina Fernández Guanarteme. Está documentado que los tres son sobrinos de Juan de Guzmán y Juan de la Torre, grancanarios que participaron en la conquista de la isla de Tenerife, ambos sobrinos de Juana "la Canaria".

Juana "la Canaria" es Abenchara (HERNÁNDEZ BAUTISTA et GARCÍA TORRES, 2015), la guayarmina de Gáldar que fue anteriormente esposa de Thenesor Semidan, después bautizado  Fernando Guanarteme, madre de Guayarmina y otra hija de nombre aborigen desconocido, bautizadas Margarita y Catalina Hernández Guanarteme. Repudiado su esposo, casa, sin haber enviudado, con un noble indígena que es el que huye dando lugar al segundo cautiverio, esclavizada por Pedro de Vera quien la vendió en Jerez de la Frontera porque su marido, el desconocido noble indígena, se negó a ir en cabalgada a Tenerife. Obtuvo su ahorramiento en 1491.

Juan de Guzmán se casó con la grancanaria Marina Sánchez y después con Catalina Femández, viuda del grancanario Pablo. Su primera mujer trajo al matrimonio un entenado llamado Pedro Texena. Juan de la Torre se casó con la grancanaria Inés de la Torre, con la que no tuvo hijos, quien trajo también al matrimonio al entenado Agustín de Torres (CEBRIÁN LATASA, 2003, pp. 262 y 450).

Presuponemos y todo parece indicarlo, tuvieron algún tipo de relación por vínculo de sangre o afinidad: de una parte, con Hernando de Guzmán, casado con Masequera o Mastegena, bautizada Catalina de Guzmán, hija del último guadarteme Egoniga Semidan, y por tanto sobrina nieta de Fernando de Guanarteme. Y de otra, con los varias veces nombrados Juan de Mayorga y Juana de Bolaños. De los naturales de la isla en esos tiempos, poco podremos saber, dado lo que nos cuentan las crónicas históricas de sus costumbres.

«Su modo de contraer matrimonio era: En agradando al varón alguna mujer fuese doncella, viuda ó repudiada de otro, pedíala á sus padres (si los tenía) y si ellos consentían, sin otra ceremonia ni concierto quedaban casados con el consentimiento de ambos. Y tenían las mujeres que querían y podían sustentar, y como el casamiento era fácil de contraer, fácilmente se dirimía: porque en disgustando el mando de la mujer, ó al contrario, la enviaba á su casa, y ella podía casarse con otro sin incurrir en pena, y él con otra las veces que se le antojaba: y los hijos de aquel matrimonio dirimido, ó divorcio, eran tenidos por no legítimos, y así, llamaban al tal hijo “Achícuca” y á la hija “Cucaba”» (ESPINOSA, 1920?, p. 48).

Localización (IDE Gran Canaria)

viernes, 22 de julio de 2016

ÁGUEDA, MONTAÑA (TELDE)

Hasta muy avanzado el siglo XVIII era conocida como Montaña de Santa Águeda, como lo acreditan documentos y la cartografía militar. El topónimo de Montaña de Santa Águeda aparece en el Mapa y Estado de la Isla de Gran Canaria, que fue realizado por el capitán de Infantería Sancho Figueroa de la Cerda en 1776, para el Plan Político del que había sido nombrado Marqués de Tabalosos, título concedido el año anterior por Carlos III a Eugenio Fernández de Alvarado y Perales, Teniente General de los Reales Ejércitos, Mariscal de Campo, Comandante General de las Islas Canarias, Presidente de la Real Audiencia (GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, 1995).

Después nos aparece en un pleito de 1782:

«Los rematadores de Agüimes se negaron a dar parte de estos frutos de los pastores del señorío que alimentaban sus ganados en Pozo Izquierdo, Sardina, Juan Grande, Aldea Blanca, Maspalomas, Charquillos, Montaña de Santa Agueda, Ganados de Suárez y el Cortijo de Gando» (CAZORLA LEÓN, 1984, p. 64).

Vista de la montaña (Google Earth)
Como ha ocurrido con muchos topónimos, en este caso la corrupción ha supuesto la pérdida del adjetivo, cuestión que ha dificultado de alguna manera conocer del mismo al estimarse que era un antro-topónimo y no un hagio-topónimo como es lo correcto, por acercarnos a la historia o advocación a los santos en la isla.

Del nombre de esta montaña el antiguo cronista de Telde dice «Montaña de Águeda.- Tierras así llamadas por haber pertenecido a Águeda María de las Llagas que vivió en el siglo XVIII en aquel lugar» (HERNÁNDEZ BENÍTEZ, 1958, pág. p. 330). La indefinición del año del s. XVIII no permite determinar si es anterior al pleito antes citado, y sorprende que en él se la mencione como Montaña de Santa Águeda, utilizando para otro lugar el nexo de posesión, como es el caso de “Ganados de Suárez”.

Aunque no podamos rebatir dicha información sin documentar por el autor en su información de distintos topónimos, parece no responder a las costumbres de aquellos tiempos en la consolidación de los antropónimos que terminan por ser el origen toponímico con el paso al menos de un siglo, difícilmente en los tiempos coetáneos en los que también se celebró el pleito.

Del apellido se conoce de: Juan Rodríguez Llagas, mozo coro de la Catedral (1723); Thomas Rodríguez Llagas por préstamo del Cabildo Catedralicio (1724); Juan Rodríguez Llagas, cosechero de uva en Tenerife (1757); Francisco Llagas Llanos, colector que aparece firmando un libro de defunciones en Las Palmas (1766); Juan Rodríguez Llagas, portero del Tribunal Inquisición (1779); Francisco Llagas Frías tiple coro (1794); Francisco Llagas Reverón y Mena, que  casó en Granadilla con Mª Rosario Casanova y García del Castillo (1793), fusilado en Venezuela (1814); Mª Rosario Llagas Vázquez, hija del Sargento Llagas, alcaide del Castillo de la Luz y mayordomo de la ermita (1887); y de dos frailes que lo toman con el hábito.

Hay general coincidencia en que a mediados del siglo XIV, con la arribada de los frailes mallorquines que como misioneros pensaban evangelizar estas desconocidas islas, llegó la advocación a santa Águeda, santa Catalina Mártir y san Nicolás de Tolentino, y se refieren algunas noticias de la buena acogida que inicialmente tuvo entre el grupo étnico indígena o aborigen, según se quiera, que terminaría en el fracaso de la misión con la muerte de los frailes, consecuencia de las reacciones de los aborígenes a las violentas capturas y apresamientos que realizaban mallorquines y corsos dedicados a la piratería, tomados ambos como iguales.

Las expediciones mallorquinas y catalanas del siglo XIV a Gran Canaria tocaron tierra en el Perchel de Arguineguín, concretamente en la Bahía del Pajar, donde existe una antigua ermita en la que se venera a santa Águeda según ya hemos tratado en su entrada a este Blog Bahía de Santa Águeda, como lo manifiestan las distintas crónicas históricas.

«Tuvieron los Mallorquines en esta ysla de Canaria algunos puertos que savernos de su comercio a las ysletas una fuerte cassa de piedra sola mui fuerte, que su pared tenia de ancho y de grandes piedras siete palmos largos y segun los simientos una quadra mui ancha y larga onde oi esta una Hermita de Santa Cathalina Martir a la parte del sur en el Ganeguin una cueba onde se decia missa que oian los xristianos que comerciaban, llamada Santa Agueda, como la Iglesia maior de Sicilia, que assi es llamada a la parte de poniente a unas poblaciones de Canarios llamada Tirma, y otras de la Aldea de San Nicolas de Tolentino onde se decia missa mui serca del mar, una Hermitica mui pequeña la mitad cueba y la otra mitad de piedra …» (ARIAS MARÍN DE CUBAS, 1986, p. 58-59).

Detalle de las islas en el Atlas de Abraham Cresques
Si bien de santa Catalina y san Nicolás se tenía la certeza de la advocación en el levante de la Península Ibérica, todas las referencias más notorias de la antigüedad a santa Águeda conducían a Castilla, en concreto a Burgos y a la iglesia de Santa Gadea o Santa Águeda, donde refiere la romanza medieval que fue en el año 1072 cuando Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador obligó  al rey Alfonso VI de León le hiciera el juramento de que no había participado en el asesinato de su hermano rey Sancho II de Castilla, en el cerco de Zamora.

Pero las crónicas ya decían de los mallorquines y de los catalanes, y más determinante iban a ser los estudios realizados sobre la tabla que representa a dicha santa del lugar de El Pajar:

«En el estado actual de los estudios iconográficos no hay en el archipiélago imagen alguna con clara paternidad mallorquina. Para algunos autores se consideran afines a este estilo la imagen de Ntra. Sra. de las Nieves en la Palma o la tabla de Santa Águeda en Arguineguín» (LAVANDERA LÓPEZ, 1988, p. 770).

Del interés náutico de mallorquines y catalanes por alcanzar las costas atlánticas de África y las islas en el trayecto en el siglo XIV es muy conocido, así como del acompañamiento que le hacían los frailes mallorquines que auspiciados por el Papa se enrolaban para realizas sus labores misioneras.

«Cuando el papa Clemente VI, el instaurador del fracasado reino de la Fortuna, conoció por boca de sus propulsores tan prometedor panorama no vaciló en erigir en las islas del Atlántico una diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum (1351). La nueva diócesis quedó a partir de esa fecha bajo la dependencia directa de la santa sede, preocupándose de manera particular por su auge los pontífices Inocencio VI y Urbano V. El lugar escogido para residencia de la catedral -una humilde cueva, seguramente- fue la ciudad indígena de Telde, en la isla de Gran Canaria. La diócesis perviviría por espacio de medio siglo, acabando por extinguirse en un ambiente adverso. Se conocen hasta cuatro obispos de Telde: Bernardo Font (1351), Bartolomé (1361), Bonanato Tarí (1369) y Jaime Olzina (1392)» (RUMEU DE ARMAS, 1998, p. 586).
 
Detalle de las islas en Atlas catalán de 1375 (LunaBruna Bf)
Debe entenderse la naturaleza del obispado creado, pues no obligaba al desplazamiento de un obispo a la isla, y los intereses políticos se unían a los religiosos y a los comerciales.

«Carecemos de fuentes documentales para afirmar, o negar, si el obispo de Telde realizó algún viaje a las Islas Canarias, donde radicaba su obispado. Descartar apriorísticamente la posibilidad de acudir a su campo de misión no es razonable. Como iban los mercaderes de la corona aragonesa, podía ir el mismo obispo, aunque no se pudiera pensar en un viaje grato, fácil, ni sencillo. Tiempo no le faltó en más de diecinueve años de episcopado, sobre todo en los de 1392-1399, cuando pudo andar por Mallorca, y el viaje marítimo estaba justificado sin que pesaran excesivamente las distancias. En cambio, dadas las actividades que a lo largo de doce años ejerció en Zaragoza, no se ve cómo ni cuándo podría desplazarse desde el interior de la península a los puertos de la corona de Aragón, y desde allí a las factorías o colonias aragonesas de las Afortunadas […] Los reyes aragoneses en el siglo XIV montaron un obispado, oficialmente, jurídicamente residencial en las islas Canarias, aunque no las habían ocupado ni conquistado. » (FERNÁNDEZ SERRANO, 1973, pp. 254-255).

Pero poco o nada se cuenta de la relación de santa Águeda con Mallorca, salvo lo que pudiera señalarse del último obispo Jaime Olzina, mallorquín, que tiene cierto paralelismo en su carrera eclesiástica con la del valenciano elevado a los altares Vicente Ferrer, que de alguna manera pudo estrechar entre ellos alguna relación que llevara a compartir su fervor por la santa cuya devoción extendió el valenciano por todo el levante español.

«San Vicente Ferrer tomó el hábito a los dieciocho años el día de santa Agueda, 5 de febrero de 1368, pero advierte el historiador Diago que ya había estudiado, siendo seglar, tanto la Gramática como la Lógica, aunque se le impuso un nuevo curso de Lógica, de Filosofía, para adaptarse a los estudios y estudiantes de la orden» (IBÍDEM, p. 240).

«Jaime Olzina, tras sus estudios filosóficos en Barcelona, retorna a su Mallorca nativa para ejercer el magisterio de esa Filosofía entre los jóvenes dominicos de su convento. Lo mismo que le sucedería cinco años más tarde a fray Vicente Ferrer, que, finalizados los estudios de Lógica en Barcelona, fue destinado antes de penetrar en los estudios teológicos al convento de Lérida con la misión de lector, o profesor de Lógica, de Filosofía» (IBÍDEM, 1973, p. 241).

Si bien no se conoce ningún documento que lo acredite, pudo ser que el último Obispo de Telde cuando encomendó la misión evangelizadora a los frailes franciscanos mallorquines, pudo también interesar de ellos que se trasmitiera el fervor por santa Águeda. Y de ahí la presencia de la tabla en la ermita de El Pajar en Arguineguín. Llegado a este punto, habría que señalar que todas las crónicas históricas hablan de la presencia de los frailes franciscanos en Telde, como sede del obispado, y todo indica que se ha perdido en los siglos el lugar o cuevas donde instalaron su “eremitorio”, etimológicamente según el DRAE «Del latín medieval eremitorium 'habitáculo del eremita', y este del latín tardío eremīta 'eremita' y el latín -torium '-torio'», expresión que tiene mayor amplitud que “casa de oración” pues es también el lugar donde habita.
Imagen de El Pajar-Arguineguín
(Afigliosacrocuore.blogspot-com)

«Durante el tercio medio del siglo XV, Telde volvió a ser el núcleo misional más importante dentro de la isla de Gran Canaria. Bajo el alto patrocinio del obispo de Rubicón Diego López de Illescas (1460-1468) y la colaboración efectiva de los franciscanos de la vicaría de Canarias se cimentó en la mencionada ciudad sureña un eremitorio (casa de oración) alrededor del año 1462.

La edificación del eremitorio se pudo acometer después de una laboriosa negociación con los indígenas llevada a cabo entrega de niños rehenes cristianos como garantía de paz y amistad. El obispo Illescas procedió a consagrar la nueva iglesia, que quedó abierta al culto. En la valiosa infomación de Esteban Pérez de Cabitos (1477), Martín de la Torre da fe del singular suceso: “Este testigo vido en Telde al obispo de Canaria don Diego López, e que estovo ende con él dentro en Telde, e que oyo ende missa …”. Fernando Alfonso es tanto o más expresivo, aunque no declare de manera inconcusa que Telde sea el escenario concreto del recuerdo: “Conosció este testigo en las dichas islas al dicho obispo e sacerdote de ellas ..., e que vido bautizar en ellas a algunos canarios, e que este testigo fue padrino dellos; e aun que fizo bautizar unos quatro cativos canarios, suyos desde testigo …”.

No se puede precisar el lapso de tiempo en que el eremitorio de Telde se mantuvo en pie. Sobran los indicios, sin embargo, para establecer que más adelante fue destruido por los indígenas, al quedar rotas las amistosas relaciones con la torre de Gando» (RUMEU DE ARMAS, 1998, pp. 592-593).

Perdido todo vestigio de estas cuevas que pudieran haber sido el “eremitorio” de los frailes franciscanos en el s. XIV, en una recopilación de apuntes de investigación etnográfica sobre cuevas y refugios de pastores (RODRÍGUEZ BETANCOR, 2014), hemos comprobado entre los diecisiete lugares reutilizados con posterioridad inventariados en Telde, y encontramos el siguiente anotación 14. Morros de las Cuevas de Calasio, haciendo referencia a una singular cueva de grandes dimensiones horadada en la toba del Lomo, reutilizada por pastores. Las arqueológicas son evaluadas como cuevas naturales.

Se sitúa el conjunto a unos 640 metros de la falda septentrional de Montaña Águeda, en la banda meridional de la Cañada de las Haciendas, que aguas abajo toma el nombre de Barranco de Silva corriendo hasta el mar para desaguar junto a la Punta de Risco Caído, a 1.070 metros al norte de Tufia, y a 4.900 metros de la Torre de Gando,  después de discurrir junto a muchos vestigios aborígenes de notable interés.
 
Cueva de pastor en el Lomo (La Vinca EeA)
Es precisamente en las Cuevas del Calacio, tal como el topónimo está inventariado por el Instituto Geográfico Nacional, donde se inicia el territorio del Bien de Interés Cultural “Barranco de Silva” (Decreto 262/1993, de 24 de septiembre, Gobierno de Canarias), que describe los siguientes asentamientos:

«-Cuevas de Calasio: grupo de ocho cuevas artificiales excavadas en la toba y comunicadas entre sí, asociadas a la necrópolis tumular en escorias volcánicas, situada cercana al cauce del barranco.

-Cueva de las Huesas: conjunto de cuevas excavadas en la toba, de las cuales destaca una de grandes dimensiones con cuatro huecos y una pequeña cueva adosada. Para llegar hasta ésta se accede a través de unos pasos labrados en la toba.

-Lomo Melosal, Rosiana: grupo de cuevas artificiales excavadas en la toba, reutilizadas en tiempos históricos a las que se asocian una serie de cazoletas labradas también en la toba.

-Cueva grabada de Silva-Jerez: cueva artificial excavada en la toba semicircular con grabados, tanto en su interior –con motivo de vulvas- como en su exterior.

-Cuevas de Jerez: conjunto de cuevas artificiales distribuidas en tres niveles, en una de ellas se observan bajo relieves en forma de posibles grabados alfabéticos líbicos.

-Almogarén de Jerez I: conjunto de canales y cazoletas asociadas a cuevas artificiales excavadas en una explanada anterior a las mismas.

-Almogarén de Jerez II: grabados alfabéticos excavados en la toba y asociados a unos canales que se relacionan con el Almogarén del Jerez I».

Se observará que describe un importante asentamiento de la población aborigen, en el que encontramos los Almogarén donde efectuaban ritos religiosos, y dominando todo él, en la banda meridional del cauce se encuentra la Montaña Águeda que alcanza la mayor altura de 564 msnm., cuestión que es  importante destacar.

La montaña dominando todo el entorno (Google Earth)
De las crónicas históricas coincidentes, conocemos de la armada de 1344, y fijamos nuestro interés  en las relaciones que los mallorquines mantuvieron con los aborígenes:

«Se cree que los mallorquines que vinieron con la armada de don Luis de la Cerda llevaban consigo muchos útiles para construir y que, al desembarcar sin sospecha en la playa de Almenara, frente a la ciudad de Telde, fueron capturados por la muchedumbre de isleños que acudieron a la orilla, para oponerse a la entrada.

[…] Los mallorquines cautivos hallaron en los canarios humanidad y buena voluntad; y se entendieron con ellos tan prudentemente, que vivieron junto con ellos casi como si fuesen naturales, y más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos tierras y ganado y mujeres, con las que se casaron y tuvieron hijos. Ellos fabricaron la iglesia de Santa Catalina Mártir, entre la ciudad y el puerto, la cual era cuidada por frailes franciscanos que vinieron a predicar el Evangelio; y hicieron estatuas de madera a la Virgen y a Santa Catalina y a San Nicolás, pero tan mal hechas, que molesta el que se deban contemplar, debajo de formas tan torpes, bellezas más que divinas. También adoctrinaron a los canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se sabe que algún canario se haya bautizado; se cree, al contrario, que fue establecido por los canarios que cada uno vivise en su ley, y que no consintieron que propagasen el Evangelio.

Pero con el tiempo, aumentando la generación de los mallorquines, de modo que les parecía poder enfrentarse con los isleños, empezaron a predicar el Evangelio y a querer cambiar las cosas de éstos; y ellos (como todavía no había llegado el tiempo establecido por Dios para su conversión), en cierta hora del día, (así como los sicilianos habían hecho con los franceses), tomaron las armas y mataron a todos los mallorquines y a los que habían nacido de ellos. Los frailes franciscanos fueron precipitados desde la altura de un monte, por lo cual todos juntos gozan hoy, triunfadores, en el cielo, la palma del martirio» (TORRIANI, 1959, pp. 117-119). 

Además de esta crónica coincidente con la de Abreu (ABREU GALINDO, 1977), nuevas investigaciones amplían el tamaño de las relaciones

«En el caso de los mallorquines, el grupo establecido permanentemente entre los canarios pudo convivir con los grupos de la costa. ¿La separación entre ambos se veía reforzada por la permanencia de los laicos en el interior y de los frailes en la costa? Torriani señala que la iglesia de Santa Catalina era regida por los franciscanos y dicho lugar no parece apto para la instalación de colonos, pero otros datos impiden dar valor general a esta prueba. Los frailes arrojados a la sima de Jinámar no debían proceder de un lugar muy distante y no parece lógico que la sede de un obispado misional careciese de clero regular» (AZNAR VALLEJO et TEJERA GASPAR, 1992, p. 35).

La inexistente mención a la advocación a santa Águeda por los franciscanos arribados a Telde en las crónicas, ha de entenderse como omisión involuntaria, dado que las derrotas marinas que primaban en aquellos tiempos establecen dos bahías en la ruta Este-Sur que se ofrecían a los mallorquines:

«Entre Punta de Taozo (27º, 45' N. y 15º, 40' W.) y Morro Colchas la costa da paso a dos bahías. La de Santa Águeda al W. y la de Melenara al E. pudiéndose fondear en ambas por estar resguardadas de los vientos. Estos son los desembarcaderos de Arguineguín, frecuentados tempranamente por los europeos en cuyas inmediaciones se localizan abundantes vestigios de estructuras habitacionales aborígenes» (MARTÍNEZ DE GUZMÁN, 1982, p. 115).

La Montaña en rojo, asentamientos aborígenes en azul y arriba al norte,
 la Sima donde se cuenta fueron arrojados los misioneros
En los tiempos actuales, con modernas embarcaciones, puede sorprender del contexto de dos bahías para fondear, pero hemos de circunscribirnos al s. XIV y siguiente, como lo acredita otra crónica histórica con enmiendas a la traducción anterior:

«Llegaron a Gran Canaria cerca de Telde, pero no se atrevieron a fondear, pues soplaba un fuerte viento y estaba anocheciendo, siguieron avanzando otras veinticinco millas hasta una ciudad llamada  Arguineguín, en la que atracaron y estuvieron fondeados once días» (AZNAR et alii, 2007, p. 222).

No es aventurado considerar que la situación geográfica de Montaña Águeda, en un punto intermedio, dominando con su altura todo el asentamiento aborigen del Barranco de Silva, sin olvidar que en su panorámica hacia el sur puede observar los asentamientos en el Barranco del Draguillo y el también próximo del Barranco de Guayadeque, es una atalaya singular, y, tratándose de un apagado volcán, representar como icono aquello que la leyenda cuenta de su lugar de nacimiento, la siciliana ciudad de Catania de la que es patrona la santa.

Prólogo de Legenda Aurea
Atribuida al hagiógrafo dominico italiano Jacobus de Voragine, después obispo de Génova, en la obra Legenda aurea iniciada en 1250 (VORÁGINE, 1996), cuenta que detuvo la lava milagrosamente en la erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del martirio de santa Águeda (c.250), en respuesta a las rogatorias que sus conciudadanos hicieron a la santa. Se da la curiosidad añadida que las voces Catania y Canaria contienen iguales vocales y fonemas próximos.

Tratándose de una obra que alcanzó un gran prestigio, narrando historias de santos con la intención de propiciar la religiosidad popular en el mundo medieval, fue conocida y seguida por todos los estamentos religiosos, entre los que podemos incluir sin duda a nuestros franciscanos mallorquines quienes en sus misiones intentaban emular a sus santos. No es de extrañar que fueran ellos los que dieran a esta elevación el nombre de Montaña de Santa Águeda, que en algunas cartas así fue recogido para que llegara así hasta el s. XVIII.

Tampoco ha de extrañarnos la mistificación de la vida de los santos que se hacía en la antigüedad, y bástenos como testimonio del “colorido” que hacía de santa Águeda un ilustre canario, Bartolomé Cairasco de Figueroa en su Templo Militante, tal como se interpretó de su edición de 1603 (ALONSO, 1952, pp. 382-383):

«Y ahora la metáfora junto a la sensación cromática. El tirano que no ha logrado los requeridos amores de Águeda manda cortar su pecho:

“Así después que la braveza insana
de aquel cruel con ánimo maligno
mandó cortar de dos la una manzana
al delicado pecho alabastrino,
nuestra amazona, ilustre soberana,
tiraba desde el suelo al Rey divino
flechas de amor envueltas en suspiros
haciendo asi más acertados tiros.
Y en tanto que la purpura reciente
del blanco pecho matizaba el suelo,
saliendo como el agua de la fuente
por la herida del rosado velo
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .”

Flores, colores, olores se suman a las piedras preciosas:

“Iba la virginal ninfa vestida
de rica tela plateada y verde,
de azucenas de aljófar recamada;
el dorado cabello recogido
en una redecilla verde y blanca,
poblada de claveles y jazmines
con cintas de diamantes y esmeraldas.

Era su bello adorno al modo y talle
que lo suelen usar las bellas ninfas
de tela de oro y verde, recamado,
de finas esmeraldas, y el cabello,
que los rayos del sol oscuro vuelve.
Al regalado céfiro esparcido,
con una cinta verde, toda llena
de perlas y rubíes por corona,
por joya al pecho en otra blanca cinta,
un áncora llevaba de esmeralda,
de flores que un olor daban del cielo”»


Después de su lectura, trasladándonos siete siglos atrás, no es impensable que aquellos atrevidos misioneros franciscanos venidos de Mallorca, representaran con esta montaña el icono del fatal desenlace en su muerte y la milagrosa leyenda en la erupción del Etna como pecho sangrante.

Localización (IDE Gran Canaria)